Crucificado...

El abandono es uno de los sentimientos más intensos que el ser humano vive y que marca como latigazos con púas sus emociones.  A Jesús le tocaba experimentar este sentimiento a la potencia. No se trataba de su mejor amigo, de sus hermanos de carne o de su madre o de su grupo de entorno. Se trataba de toda la humanidad y luego hasta de su Padre.
Este era el trato.  El tenía que cargar con el peso de todos los pecados de la humanidad y tanta hediondéz lo presentaba inmundo ante la santidad de su Padre. Así que el abandono fue total.
Pero sólo sería por un momento.
Me imagino escenas de abandono para graficar esta situación y... todas son repugnantes y dolorosas, pero ninguna se compara al sufrimiento de Jesús.
Todos los años, cuando recordamos el viernes santo... nos llenamos de tristeza por lo que le pasó a Jesús. A mi, me sucede lo mismo... pero, será que muchísimos de nosotros seguimos abandonando a ese Jesús que mantiene el trato de saldar nuestra deuda, lleno de amor?
Hoy, lo imagino maltratado, herido en su carne y en sus emociones más profundas;  adolorido por el gesto de la humanidad y medio asfixiado por la separación temporal con su Padre... decidido a confrontar la muerte,  pero seguro de vencerlo.
El Evangelio registra sus palabras así... "Voy pues a prepararles un lugar, para que donde yo esté ustedes también estén. No se turben sus corazones ni tengan miedo" y añade:  ...´si no fuera así, yo se los hubiera dicho´.

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