Reciclando...
Nos gusta visitar en el verano una pequeña playa cerca a casa. Mis hijos realmente la disfrutan y ellos me recuerdan cuando tenía su edad y cuando esa era mi mayor pasión.
Algunas veces, nuestra playa parece una novia. La encontramos toda vestida de blanco... límpida, transparente. Unas veces sus piedras de canto rodado son grandes, otras veces las encontramos desmenuzadas por el golpe de las olas y otras, tipo arenilla... esa les gusta más.
Lo triste de nuestra playa es que de vez en cuando la encontramos sucia. Sucia de plásticos. Entonces nos miramos unos a otros, nos sentamos en su orilla y apenas queremos meter los pies en sus aguas, y retornamos a casa.
El otro día, ya llevábamos tres días seguidos disfrutando de nuestra playa y soñando que sería así todo este verano, pero no. Esa mañana, recogimos muchas bolsas plásticas que eran arrojadas con furia por el mar hacia las orillas... ¡qué pena! ¿quién se atrevería a tirar basura de plásticos en el litoral?
Cuando volvimos a casa... decidimos reciclar nuestra propia basura, y no ha sido fácil. Cuando tienes una sola bolsa donde guardas todo, tiras por el ducto de basura una sola bolsa plástica. Ahora tenemos 3. Plásticos, papel y desechos orgánicos. No ha sido fácil... el cerebro está formateado para botar todo en una misma bolsa por la costumbre de los años. Tampoco es fácil llevar tus desechos hasta los centros recicladores. Pero todo esto comparado con el amor para nuestra playa... no es demasiado esfuerzo.